domingo, 28 de junio de 2020



El río del olvido

La primera vez que fui a Galicia, mis amigos me llevaron al río del Olvido. Mis amigos me dijeron que los legionarios romanos, en los antiguos tiempos imperiales, habían querido invadir estas tierras, pero de aquí no habían pasado: paralizados por el pánico, se habían detenido a la orilla de este río. Y no lo habían atravesado nunca, porque quien cruza el río del Olvido llega a la otra orilla sin saber quién es ni de dónde viene.

Yo estaba empezando mi exilio en España, y pensé: si bastan las aguas de un río para borrar la memoria, ¿qué pasará conmigo, resto de naufragio, que atravesé toda una mar?

Pero yo había estado recorriendo los pueblecitos de Pontevedra y Orense, y había descubierto tabernas y cafés que se llamaban Uruguay, Venezuela o Mi Buenos Aires Querido y cantinas que ofrecían parrilladas o arepas, y por todas partes había banderines de Peñarol y Nacional y Boca Juniors, y todo eso era de los gallegos que habían regresado de América y sentían, ahora, la nostalgia al revés. Ellos se habían marchado de sus aldeas, exiliados como yo, aunque los hubiera corrido la economía y no la policía, y al cabo de muchos años estaban de vuelta en su tierra de origen, y nunca habían olvidado nada. Ni al irse, ni al estar, ni al volver: nunca habían olvidado nada. Y ahora tenían dos memorias y tenían dos patrias.



El crimen perfecto

En Londres, es así: los radiadores devuelven calor a cambio de las monedas que reciben. Y en pleno invierno estaban unos exiliados latinoamericanos tiritando de frío, sin una sola moneda para poner a funcionar la calefacción de su apartamento. Tenían los ojos clavados en el radiador, sin parpadear. Parecían devotos ante el tótem, en actitud de adoración; pero eran unos pobres náufragos meditando la manera de acabar con el Imperio Británico. Si ponían monedas de lata o cartón, el radiador funcionaría, pero el recaudador encontraría, luego, las pruebas de la infamia. ¿Qué hacer?, se preguntaban los exiliados. El frío los hacía temblar como malaria. Y en eso, uno de ellos lanzó un grito salvaje, que sacudió los cimientos de la civilización occidental. Y así nació la moneda de hielo, inventada por un pobre hombre helado.
De inmediato, pusieron manos a la obra. Hicieron moldes de cera, que reproducían las monedas británicas a la perfección; después llenaron de agua los moldes y los metieron en el congelador.
Las monedas de hielo no dejaban huellas, porque las evaporaba el calor. Y así, aquel apartamento de Londres se convirtió en una playa del Mar Caribe.


Crónica de la ciudad de Buenos Aires

A mediados de 1984, viajé al río de la Plata.

Hacía once años que faltaba de Montevideo; hacía ocho años que faltaba de Buenos Aires. De Montevideo me había marchado porque no me gusta estar preso; de Buenos Aires, porque no me gusta estar muerto. Pero ya en 1984 la dictadura militar argentina se había ido, dejando a su paso un imborrable rastro de sangre y mugre, y la dictadura militar uruguaya se estaba yendo.

Yo acababa de llegar a Buenos Aires. No había avisado a los amigos.

Quería que los encuentros ocurrieran sin hacerlos.

Un periodista de la televisión holandesa, que me había acompañado en el viaje, me estaba entrevistando frente a la puerta de la que había sido mi casa. El periodista me preguntó qué se había hecho de un cuadro que yo tenía en mi casa, la pintura de un puerto para llegar y no para marcharse, un puerto para decir hola y no adiós, y yo empecé a contestarle con la mirada clavada en el ojo rojo de la cámara.

Le dije que no sabía adónde había ido a parar ese cuadro, ni adónde había ido a parar su autor, el negro Emilio, Emilio Casablanca: el cuadro y Emilio se me habían perdido en la niebla, como tantas otras gentes y cosas tragadas por aquellos años de terror y lejanía.

Mientras yo hablaba, advertí que una sombra venía caminando por detrás de la cámara y se quedaba a un costado, esperando. Cuando terminé, y el ojo rojo de la cámara se apagó, moví la cabeza y lo vi.

En aquella ciudad de trece millones de habitantes, el negro Emilio había llegado hasta esa esquina, por pura casualidad, o como sé llame eso, Y estaba en aquel preciso lugar en el instante preciso. Nos abrazamos bailando, y después de mucho abrazo Emilio me contó que hacía dos semanas que venía soñando que yo volvía, noche tras noche, y que ahora no lo podía creer.

Y no lo creyó. Esa noche me llamó por teléfono al hotel y me preguntó si yo no era sueño o borrachera.



Resurreciones/2
Eran tiempos de dictadura militar en el Brasil.
Los generales lo dejaron entrar para que muriera en su tierra.
Darcy Ribeiro llegó del exilio y una ambulancia, que lo esperaba al pie del avión, lo llevó directamente al hospital.
Darcy sabía que tenía cáncer, y que el cáncer le había devorado por lo menos un pulmón, pero estaba alegre de la alegría de estar en su tierra y sentirla tan siempreviva y bailandera.
El hermano de Darcy llegó desde el pueblo de Montes Claros. Venía a despedirse.
Sentado junto a Darcy en el hospital, se miraba los pies.
Estaba lloroso y sombrío y Darcy trataba de levantarle el ánimo. Así que el médico cirujano tomó a Darcy por el brazo y se lo llevó a caminar por el corredor:
- No quisiera desanimarlo – dijo -, pero creo que debe prepararse para lo peor. Si su hermano sale vivo, será un milagro.
Darcy no pudo aguantarse Ia risa, y el médico no entendió.
Al día siguiente, lo operaron. Darcy despertó con un pulmón menos.
Como tiene tantos, ni se dio cuenta.

La querencia
En Buenos Aires busqué el café que era mi café, y no lo encontré. Busqué el restorán donde yo comía caracú en inmensas fuentes a cualquier hora del día o de la noche, y tampoco estaba. Donde había estado mi cantina 1 preferida, el Bachín, había un montón de escombros. Habían arrasado el Bachín, y con el Bachín habían matado el mercado donde yo siempre iba a comprar frutas y flores o por la pura fiesta de la nariz y los ojos.
Alguien me dijo que el Bachín se había mudado, y que ahora tenía otro lugar y otro nombre.
Una noche fui. Me detuve ante la puerta de ese nuevo Bachín que ya no se llamaba así, dudando, que sí, que no, preguntándome si entrar no sería traición, cuando una súbita explosión ocurrió en el momento exacto en que abrí la puerta: saltaron los fusibles de la electricidad y todo quedó completamente a oscuras. Yo me di vuelta y me alejé, caminando despacito.
Y así anduve un tiempo, doliendo olvidos, buscando lugares y personas que no encontré, o no supe encontrar; y finalmente crucé el río, el río-mar, y entré en el Uruguay.
Los generales uruguayos tenían todavía el poder, ya casi yéndose, ya casi en los adioses del tiempo del terror: yo entré cruzando los dedos y tuve suerte.
Y caminando las calles de la ciudad donde nací, la fui reconociendo, y sentí que volvía sin haberme ido: Montevideo, que duerme su eterna siesta sobre las suaves colinas de la costa, indiferente al viento que la golpea y la llama: Montevideo, aburrida y entrañable, que en verano huele a pan y en invierno a humo. Y supe que yo andaba queriendo querencia, y que había llegado la hora del fin del exilio.
Después de mucha mar, nada el salmón en busca de su río, y lo encuentra y lo remonta, guiado por el olor de las aguas, hasta el arroyo de su origen.
Entonces, cuando volví a Calella para decirle adiós, adiós a España, adiós y gracias, tuve un infarto.


Resurreciones/1
Infarto agudo al miocardio, zarpazo de la muerte al centro del pecho.

 Pasé dos semanas hundido en una cama de hospital, en Barcelona. Entonces sacrifiqué mi destartalada agenda Porky 2, ya que la pobre no daba más, y como quien no quiere la cosa, el cambio de libreta se convirtió en un repaso de los años transcurridos desde el sacrificio de la Porky 1.

 Mientras pasaba en limpio nombres y direcciones y teléfonos a la agenda nueva, yo iba pasando en limpio también el entrevero de los tiempos y las gentes que venían de vivir, un torbellino de alegrías y lastimaduras, todas muy, siempre muy, y eso fue un largo duelo de los muertos que muertos habían quedado en la zona muerta de mi corazón, y una larga, más larga celebración de los vivos que me encendían la sangre y me crecían el corazón sobrevivido.

 Y nada tenía de malo, y nada tenía de raro, que se me hubiera roto el corazón, de tanto usarlo.

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Celebración a la amistad /1
En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre.

En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave: pana, por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por...

—Llave, por llave—me dice Mario Benedetti.

Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror, él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves, de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron.


Un músculo secreto
En el mediodía de la memoria, un mediodía del exilio. Yo estaba escribiendo, o leyendo, o aburriéndome, en mi casa de la costa de Barcelona, cuando sonó el teléfono y el teléfono me trajo, asombroso, la voz de Fico.
Hacía más de dos años que Fico estaba preso. Había salido en libertad el día anterior. El avión lo había traído de la celda de Buenos Aires al aeropuerto de Londres. Desde el aeropuerto me llamaba para pedirme que fuera, venite en el primer avión, tengo mucho que contarte, tanta cosa que hablar, pero una cosa quiero decirte desde ya, quiero que sepas: - No me arrepiento de nada.
Y esa misma noche nos encontramos en Londres.

Al día siguiente, lo acompañé al dentista. No había remedio. Las descargas eléctricas en las cámaras de tortura le habían aflojado los dientes de arriba, y había que dar esos dientes por perdidos.
Fico Vogelius era el empresario que había financiado la revista Crisis, y no había puesto solamente dinero, sino que había puesto alma y vida en aquella aventura, y me había dado plena libertad para hacer la revista como yo quisiera. Mientras duró, tres años y pico, cuarenta números, Crisis supo ser un porfiado acto de fe en la palabra solidaria y creadora, la que no es ni simula ser neutral, la voz humana que no es eco ni suena por sonar.
Por ese delito, por el imperdonable delito de CRISIS, la dictadura militar argentina había secuestrado a Fico, lo había encarcelado y torturado; y él había salvado la vida por un pelo, gracias a que en pleno secuestro había alcanzado a gritar su nombre.
La revista había caído sin agacharse, y nosotros estábamos orgullosos de ella. Fico tenía una botella de no sé qué vino francés antiguo y querendón. Con ese vino brindamos, en Londres, a la salud del pasado, que seguía siendo un compañero digno de confianza.
Después, algunos años después, se acabó la dictadura militar. Y en 1985, Fico decidió que Crisis debía resucitar. Y estaba en eso, otra vez dispuesto a quemar tiempo y dinero, cuando supo que tenía cáncer.
Consultó a varios médicos, en varios países. Unos le daban vida hasta octubre, otros hasta noviembre. De noviembre no pasa, sentenciaron todos. Él andaba cadavérico, tambaleándose de operación en operación; pero un brillo de desafío le encendía los ojos.
Crisis reapareció en abril del 86. Y al día siguiente del renacimiento de Crisis, medio año más allá de todos los pronósticos, Fico se dejó morir.


Gelman
El poeta Juan Gelman escribe alzándose sobre sus propias ruinas, sobre su polvo y su basura. Los militares argentinos, cuyas atrocidades hubieran provocado a Hitler un incurable complejo de inferioridad, le pegaron donde más duele. En 1976, le secuestraron a los hijos. Se los llevaron en lugar de él. A la hija, Nora, la torturaron y la soltaron. Al hijo, Marcelo, y a su compañera, que estaba embarazada, los asesinaron y los desaparecieron. En lugar de él: se llevaron a los hijos porque él no estaba. ¿Cómo se hace para sobrevivir a una tragedia así? Digo: para sobrevivir sin que se te apague el alma. Muchas veces me lo he preguntado, en estos años. Muchas veces me he imaginado esa horrible sensación de vida usurpada, esa pesadilla del padre que siente que está robando al hijo el aire que respira, el padre que en medio de la noche despierta bañado en sudor: ¡Yo no te maté, yo no te maté! Y me he preguntado: ¿Si Dios existe, por qué pasa de largo? ¿No será ateo, Dios?

La vida profesional /1
A fines de 1987, Héctor Abad Gómez denunció que la vida de un hombre no vale más que ocho dólares. Cuando su artículo se publicó, en un diario de Medellín, ya él había sido asesinado. Héctor Abad Gómez era el presidente de la Comisión de Derechos Humanos.
En Colombia, es raro morir de enfermedad.
- Cómo quiere el cadáver, su merced?
El matador recibe la mitad a cuenta. Carga la pistola y se persigna.
Pide a Dios que lo ayude en su trabajo.
Después, si no le falla la puntería, cobra la otra mitad. Y en la iglesia, de rodillas, agradece el favor divino.


El desafío
No lograron convertirnos en ellos - me escribió el Cacho El Kadri.
Corrían ya los últimos tiempos de las dictaduras militares en Argentina y Uruguay. Habíamos comido miedo al desayuno, miedo al almuerzo y a la cena, miedo; pero no habían logrado convertirnos en ellos.

La dignidad del arte
Yo escribo para quienes no puedan leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué.
Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí hace años, en un teatro de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de pantomima, y no había nadie. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla.
Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala.
Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.

Los nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro
Y sueñan los nadies con salir de pobres
Que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte;
Pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznitas cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba
Los nadies, los hijos de nadie, los dueños de nada
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tiene cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

miércoles, 5 de abril de 2017


Octavio Paz


Octavio Paz nació el 31 de Marzo de 1914 y murió el 19 de Abril en 1998.
Foto: Héctor García | CNL-INBA


en su vida como escritor recibió dos premios importantes. Cualquiera que se encuentre conviviendo en el mundo de las letras busca y sueña por conseguir al menos uno de ellos. Pero las novelas. los ensayos y los poemas de Octavio Paz fueron merecedoras del Cervantes en 1981 y el Nobel de Literatura en 1990. Siendo el primero, el máximo galardón en la lengua española; y el segundo el máximo para cualquier escritor en el mundo. 


|CC por Arturo Espinosa

"Espero que mi emoción compense su levedad. Si cada una fuese una gota de agua, ustedes podrían ver, a través de ellas, lo que siento: gratitud, reconocimiento. Y también una indefinible mezcla de temor, respeto y sorpresa al verme ante ustedes, en este recinto que es, simultáneamente, el hogar de las letras suecas y la casa de la literatura universal."

Éste es un fragmento de su discurso La Búsqueda del Presente, dicho al recibir el Nobel. El discurso se encuentra completo en la página oficial de los premios (enlace). 

Hay ironía en hablar de un escritor y no adjuntarle alguna historia. Es por eso que la escritora de este blog se ha tomado la libertad de mencionar a un Octavio Paz solidario, mexicano a fin de cuentas. Que en protesta por la masacre del 2 de Octubre de 1964, dejó su puesto como embajador en India. 

Giovanni Rios Castro 



Referencias



martes, 4 de abril de 2017

Obtenida de: Plumas Libres



En este podcast se presentará la corta biografía del gran poeta y político Jaime Sabines. Donde se mencionan también dos fragmentos de sus poemas Algo sobre la muerte del mayor Sabines y Tlatelolco 68. 

La información para poder hacer el podcast fue obtenida de las siguientes páginas:

miércoles, 29 de marzo de 2017

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domingo, 19 de marzo de 2017




Las imágenes de la cabecera de este blog no son de mi autoría. Fueron obtenidas de Flickr y de Pixabay.







jueves, 16 de marzo de 2017

El tema principal que se abordará en este blog será sobre los escritores mexicanos, tanto pasados como presentes, que han conmovido de alguna forma la época en la que sus letras se desenvuelven; siendo éstas influyentes en las generaciones que penetraron. 

          La razón por la cual se ha hecho este blog es por cumplir con la actividad asignada de la materia Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC); la cual forma parte del plan de estudios de la Universidad de Sonora.